La perfección del tiro by Mathias Énard

La perfección del tiro by Mathias Énard

autor:Mathias Énard [Énard, Mathias]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Bélico
editor: ePubLibre
publicado: 2004-11-15T00:00:00+00:00


* * *

Pasé el día fluctuando entre la rabia y la fría venganza. Me devanaba los sesos para encontrar un medio de ir a buscar a Myrna a aquel pueblo perdido, pero realmente no veía cómo. Había que esperar a que alguien regresara, el primo o la tía. Hubiera podido subir sin más y pedir explicaciones, pero era demasiado humillante. Recuperarla por la fuerza era muy complicado, aunque me hubiera sido fácil encontrar camaradas que me acompañaran. Pensé mucho tiempo en Zak, tenía ganas de hablar con él, de contárselo todo, tal vez él hubiera encontrado una solución o, al menos, me habría acompañado a la montaña para buscarla, estaba seguro de eso. Pero no podía confesarle mi fracaso, no podía explicarle a nadie que me había dejado engañar de ese modo por una niña. Además hacía meses que no lo había visto, estaba en las tropas regulares, destacado en algún lugar, en el sur. Advertí que lo añoraba también, a pesar de todo, a pesar de la historia del aparcamiento, a pesar de Myrna y de que yo estaba pagando mi tontería y mi orgullo. Con Zak, había cometido un error tras otro. Había perdido un aliado muy valioso. Pasé la tarde recordando nuestras escapadas, el inicio de los combates; parecía todo muy lejano.

Más tarde advertí que había olvidado darle las medicinas a mi madre desde hacía dos días. Por esta razón, sin duda, había gritado. Fui a verla a su habitación, seguía sentada en la cama, gimiendo, con el rostro y el pecho cubiertos de sangre coagulada. Su nariz y sus labios se habían hinchado, tenía un aspecto grotesco. Le di las píldoras y las gotas tras limpiarle la cara con una toalla. Comenzó a gemir con más fuerza cuando me acerqué a ella, pero se tranquilizó al sentir la toalla húmeda. Me ponía furioso solo con verla.

Intenté ver la televisión para calmarme, pero la sensación de impotencia y frustración me impedían seguir la película, así que salí a dar un paseo. La pierna me dolía mucho. Sin embargo llegué hasta la orilla del mar y, de regreso, me detuve en el puesto, para ver si se estaba preparando algo en alguna parte, pero todo estaba en calma. Los compañeros jugaban tranquilamente a las cartas.

Caía la noche y dudé en empuñar el fusil por unas horas, pero estaba demasiado cansado y enfadado, no habría hecho nada bueno. Mejor que fuera a acostarme.

Me costó conciliar el sueño. Le daba vueltas a la historia de la huida de Myrna, intentaba comprender sus razones. Estaba claro que alguien le había metido aquella idea en la cabeza, porque en casa era perfectamente feliz; pero, por otro lado, la tía no parecía especialmente preocupada por su sobrina, solo le interesaba el dinero que ella le llevaba cada semana. Tal vez había sido el primo, aquel imbécil, el que le había hablado de su pueblo. Me preguntaba si Myrna tendría allí arriba otros parientes, tal vez lo que quedaba de la familia de su padre.



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